Amor y Fe cuando Ellos hablan

Dialogo
Cuando la noche se acerca 
el Hijo y la Madre hablan,

Él vuelve a sentirse niño 
y regresa hasta su falda.
Y aunque es Dios con el madero, 
Él recordando su infancia,
le pregunta a la Señora de Pureza Inmaculada:

Dolores, ¿Que tiene ese nombre?.
Nos mira y no dice nada,
lleva horas de rodillas y solo veo lagrimas.
¿Por qué está triste Señora?,
¿Ha perdido la esperanza?.

Detrás de aquella columna hay una mujer sentada,
tiene en la mano un rosario y lo repite sin pausa,
termina y empieza otro, termina y nunca lo acaba,
y viene todos los días a repetir esta hazaña.

Los niños te tiran besos, las madres embarazadas
consagran a sus retoños mucho antes de que nazcan.
Los hombres parecen niños cuando tus ojos los calman
de la mar impetuosa agitándose en sus almas.

No lo comprendo Dolores, pero Tú nunca te cansas.
Al que llora lo consuelas, al que cae lo levantas,
al que está lejos lo atraes, al que haba mucho lo callas,
y el que calla, Tú consigues arrancarle las palabras.

Para todos tiene siempre la proporción acertada,
Y yo, a veces no entiendo, pero ¿que quieres que haga?.
Si quieres convierto en vino el agua de las tinajas;
si eres Tú quien me lo pide; no puedo negarte nada.

La Virgen de los Dolores, mirándolo embelesada,
va presentando, uno a uno, a los que por Ella pasan.

Te vienen buscando a Ti, aunque tu Cruz desgarra,
pues es tu Cruz la que puede con tanta desesperanza.

Uno llora porque quiere comida para su casa,
y un trabajo que le ayude a no quedarse sin nada.

La otra viene porque sufre de enfermedad en el alma,
porque le duele estar sola, porque nadie le acompaña.

Aquel que ves de rodillas viene todas las mañanas,
a suplicar la salud que le hace tanta falta.

Y la mujer del rosario, solo viene a dar las gracias,
porque con la fe que tiene, mueve su propias montañas.

Seguiré buscando en Ti que las puertas se le abran, 
que los que quieran salud, tenga salud mansalva, 
que los que lloran sus penas, sean mañana una alabanza.

Porque no hay nada en el mundo que no consiga tu gracia.
Tu diste vista al ciego, hiciste vino del agua,
y dijiste al paralitico: ¡Venga!, ¡ levántate y anda!,
y curaste a los leprosos, diste a los mudos el habla...
y yo solo soy el río que lleva y trae la barca
desde mi falda a tu Cruz, desde tu Cruz a mi falda.

Y Jesús vuelva al madero, y antes de volver la abraza
para decirle al oído: Yo aré lo que Tú me mandas.
Descansa, Dolores mía, descansa...
que el milagro siempre llega porque Tu Amor nunca pasa.

José Luis Velázquez Díaz

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